Mañana publicaré en el blog el relato “Como ayer”. Es el relato a raíz del cual surgió la historia de “cuentobucle” (así como un libro que, como siempre, no sé si algún día publicaré). Quería hacer una serie de relatos que consiguieran la sensación de volver siempre al principio. No una sensación espacio-temporal, sino una sensación anímica. En ellos, el final nos lleva a darnos cuenta de que las cosas no han cambiado, de que estamos en el mismo punto y, lo que es peor, de que nunca hemos salido de él, ni existe posibilidad de hacerlo. A veces será una sensación física, como en “Principio y final de un camino” y otras veces, como en “Como ayer”, la sensación será incluso de futuro, como si no importara lo que podamos hacer, siempre aparecerá el mismo duende a recordarnos que todo es una ilusión.
21 de enero de 2011
Tendré que trabajar más lo que voy a escirbir en esta página. Seguramente mañana, o pasado mañana, cuando tenga algo más de tiempo rectifique lo que ahora escribo; pero no puedo dejar de preguntarme una y otra vez por qué siguen gustando más los relatos que escribo utilizando simplemente la más torpe de las técinicas y las más manoseadas de las historias. Otros, los que de verdad son mis hijos, los que ni yo puedo controlar de donde nacen, los que en cada letra, en cada espacio en blanco entre las palabras llevan un jirón de mis miedos, de mis ansias, de las más oscuras y bajas de las pasiones, aquellos que cuando los releo siento el miedo que sentí al escirbirlos, aquellos que dejan esa sensación amarga en el alma, esos paenas de vez en cuando, muy de vez en cuando, son criticados en su jusa medida por alguno o alguna de mis lectores. De todas formas he acabado aceptando que sea así. Escribo relatos que sé que serán aceptados e incluso en ocasiones loados por la mayoría, y otros que rara vez encontraran reposo en lagúna que otra alma gemela.
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