"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

jueves, 8 de marzo de 2018

Conclusión.


Cuando ella le dijo que todo había acabado él no estaba atento. Justo en ese momento había comenzado a escribir un poema de amor y tenía ya los dos primeros versos. Luego él pensó que sería temporal, uno más de los enfados que habían tenido a veces, y guardo aquellos dos versos para acabar el poema cuando todo volviese a ser como antes. Pero el tiempo pasó, y ya nada volvió a ser como antes, ni volvió ella. Bueno, se dijo, guardaré los dos versos y cuando conozca a otra mujer acabaré el poema para ella, pero enseguida le pareció que aquello no estaba bien. Y los dejo en un cajón junto con otras cosas que había escrito y nunca vieron la luz. Pasaron los años y, si el personaje de nuestra historia fuese él, contaríamos alguno de los hechos que le acaecieron. Estudios, matrimonio, un par de hijos sin definir, divorcio, alguna que otra pareja más, y años, unos cuantos. Lo único que no cambió fue una carpeta con sus antiguos escritos que fue llevando de una casa a otra sin abrirla nunca. No volvió a escribir. ¿Sequía literaria? ¿Falta de historias que contar? Nunca se lo planteo, simplemente sucedió así, dejo de escribir, como ella lo dejó a él.

Anoche, mientras volvía a casa, después de una cena solitaria en un bar y una sesión de cine, se cruzó con ella. Se reconocieron en la primera mirada. Ella iba del brazo de un hombre calvo. Reía. Seguía teniendo la misma risa que el tanto adoraba. Él iba con las manos en los bolsillos. Escuchaba. Fueron apenas unos segundos, los que tardaron en cruzarse en la acera en direcciones opuestas. En la mirada de ella él no pudo descubrir nada, nunca fue su fuerte interpretar miradas. En la mirada de él puede que ella descubriese algo parecido al asombro y a la nostalgia. Ninguno de los dos hizo el ademán de saludar al otro. Él bajó la vista, ella dejó de reír cogida al brazo de aquel hombre calvo.

Al llegar a casa fue directo al cajón y saco la carpeta. Entre varios cuentos y algún que otro poema encontró un papel amarillento por el paso del tiempo. “La eternidad será nuestra cárcel, y el amor nuestra condena”. Y puso lo que le faltaba al poema, el punto final.

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Sueño

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