Cuando ella le dijo que todo
había acabado él no estaba atento. Justo en ese momento había comenzado a
escribir un poema de amor y tenía ya los dos primeros versos. Luego él pensó
que sería temporal, uno más de los enfados que habían tenido a veces, y guardo
aquellos dos versos para acabar el poema cuando todo volviese a ser como antes.
Pero el tiempo pasó, y ya nada volvió a ser como antes, ni volvió ella. Bueno,
se dijo, guardaré los dos versos y cuando conozca a otra mujer acabaré el poema
para ella, pero enseguida le pareció que aquello no estaba bien. Y los dejo en
un cajón junto con otras cosas que había escrito y nunca vieron la luz. Pasaron
los años y, si el personaje de nuestra historia fuese él, contaríamos alguno de
los hechos que le acaecieron. Estudios, matrimonio, un par de hijos sin
definir, divorcio, alguna que otra pareja más, y años, unos cuantos. Lo único
que no cambió fue una carpeta con sus antiguos escritos que fue llevando de una
casa a otra sin abrirla nunca. No volvió a escribir. ¿Sequía literaria? ¿Falta
de historias que contar? Nunca se lo planteo, simplemente sucedió así, dejo de
escribir, como ella lo dejó a él.
Anoche, mientras volvía a casa, después
de una cena solitaria en un bar y una sesión de cine, se cruzó con ella. Se reconocieron
en la primera mirada. Ella iba del brazo de un hombre calvo. Reía. Seguía teniendo
la misma risa que el tanto adoraba. Él iba con las manos en los bolsillos. Escuchaba.
Fueron apenas unos segundos, los que tardaron en cruzarse en la acera en
direcciones opuestas. En la mirada de ella él no pudo descubrir nada, nunca fue
su fuerte interpretar miradas. En la mirada de él puede que ella descubriese
algo parecido al asombro y a la nostalgia. Ninguno de los dos hizo el ademán de
saludar al otro. Él bajó la vista, ella dejó de reír cogida al brazo de aquel
hombre calvo.
Al llegar a casa fue directo al
cajón y saco la carpeta. Entre varios cuentos y algún que otro poema encontró
un papel amarillento por el paso del tiempo. “La eternidad será nuestra cárcel,
y el amor nuestra condena”. Y puso lo que le faltaba al poema, el punto final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario