Aquella mañana
despertó y no recordaba quién era. Salió de su nido, caminó un poco sobre la
rama y, al llegar al final de ésta, abrió sus alas y las movió como si se
desperezara. De pronto alzó el vuelo, y voló, voló, siguió volando hasta que
tan sólo fue un punto en lo más lejano del cielo. Se sentía libre, majestuosa,
y desde allí arriba vio a un halcón en persecución de una presa. Se dejó caer
de pronto y en apenas unos segundos adelantó al halcón y siguió volando hasta
adelantar a la presa de éste. Luego vio un águila que volaba en círculos y alzó
el vuelo hasta estar sobre ella, muy sobre ella, y desde allí pudo descubrir la
presa que el águila hacía tiempo que estaba buscando y no encontraba.
Luego siguió su
vuelo, durante más de una hora hizo todo tipo de cabriolas, de aceleraciones y
paradas que serían incomprensibles para la mayoría de las aves, hasta que
se posó sobre lo alto de una roca, en la
cima de una montaña. Allí extendió sus alas y se llenó todo el valle de un
precioso arco iris. Su plumaje era espléndido, lo más hermoso que se había
visto nunca en aquellas tierras. Entonces vio al pie de la montaña a un grupo
de aves y bajó en un rápido vuelo hasta ellas. Una vez a su lado, allí estaba
el halcón, y el águila, y unas cuantas más de las más bellas y rápidas, les
preguntó intrigada:
- ¿Qué
ave soy yo?
Las otras se
miraron con un gesto de complicidad y una de ellas le contestó:
- Eres
un pájaro bobo.
Ella se sintió
triste, muy triste. Se sintió de repente el ave más torpe y fea del universo. Y
dedicó el resto del día a caminar, sin ser capaz de intentar ni una sola vez
alzar el vuelo, ni abrir sus alas, ni…. Hasta que, rendida por la llegada de la
noche, fue de nuevo hasta el árbol donde estaba su nido. Y en un torpe vuelo
llegó hasta él y se acomodó.
A la mañana
siguiente volvió a despertar sin recordar quién era. Y de nuevo repitió todo lo
del día anterior. De nuevo fue el ave más rápida, la que más alto voló, la que
descubrió las presas que nadie veía y la que tenía el plumaje más hermoso de
todos. Y de nuevo volvió a preguntar a un grupo de aves quién era, y de nuevo
volvió a sentirse el ave más torpe, más fea, más infeliz del universo, y de
nuevo pasó el día caminando hasta que cayó rendida en su nido.
Y así se repitió
la historia un día tras otro, siendo apenas unos instantes el ave más…. Y el
resto del día caminando rodeada de tristeza e incapaz de volar.
Una mañana ya no
despertó, o al menos no despertó en el nido. Sintió como si flotase, y subió
hasta el lugar donde van las aves cuando mueren. Al llegar allí se dirigió a la
puerta donde podía leerse “pájaros bobos”, intentó abrirla, puso todo su empeño
en hacerlo, porque pensó que allí estaría rodeada de aves igual a ella y podría
al fin sentirse feliz entre iguales; pero por más que lo intentó, fue incapaz. Cansada de esforzarse pensó que a
lo mejor se habían equivocado el resto de aves y sería de otra especie. Y
comenzó a probar puerta tras puerta con el mismo resultado en todas “imposibles
de abrir”. Incluso cuando desesperada probó en las puertas donde ponía
“halcones” o “águilas”, tuvo que desistir porque fue imposible. Cansada alzó la
vista y allá, a lo lejos, donde la vista del resto de aves no alcanzaba,
descubrió una puerta. Sin mucho convencimiento porque ¿cómo iba a poder un
pájaro bobo volar tan alto? Abrió sus alas, a la vez que un hermoso arco iris
lo llenaba todo, y remontó vuelo. Casi sin esfuerzo llegó a aquella puerta. No
había letrero alguno, tan sólo un ave ya muy vieja sentada a la puerta. Una vez
ante ella le preguntó:
- ¿Es
este el lugar donde debo estar yo?
- Sólo
tienes que probar a abrir la puerta –le contestó aquella ave vieja-, y si es
este el lugar la puerta se abrirá.
Con miedo acercó
una de sus alas a la puerta y la empujó sin mucha fuerza ni convencimiento,
pero la puerta se abrió fácilmente, como si el solo gesto de acercar el ala
fuese suficiente. Desde allí se veía lo más parecido a un paraíso y unas
cuantas aves, pocas, andando con el gesto cabizbajo y la mirada triste.
- ¿Qué
lugar es este? –le preguntó al ave de la puerta.
- Éste
es el lugar reservado para aquellas aves que serían capaces de hacer las cosas
más increíbles, el vuelo más alto, el más rápido, aquellas que tienen los
plumajes más hermosos y la mirada más aguda, sólo esas aves pueden llegar hasta
aquí.
- Y
si es así ¿por qué se las ve tan abatidas? –volvió a preguntar.
- Porque
aquí como premio se vuelve a repetir todo aquello que se hizo en vida –contestó
casi sin mirarla el ave guardiana de la puerta.
Y así fue,
entró, hizo el vuelo más alto que nunca se había visto, el más rápido que nadie
recordara, la caída en picado más majestuosa, abrió las alas y no sólo aquel
lugar, sino todos los que ocupaban el resto de las aves, se llenó del más
increíble arco iris que nunca se había visto. Y de repente todo cesó, se acercó
a las otras aves y pasó el resto de su eternidad caminando y llegando derrotada
a un nido pensando que era un pájaro bobo.
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