"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

miércoles, 28 de febrero de 2018

Bolero


La luna entra por la puerta del bar arrastrando los pies. El día ha sido largo. La noche no será cómplice de ningún gran amor hoy. Él se apoya al final de la barra, mirando como el líquido que se ha derramado de todos y cada uno de los vasos ese día se deja caer por la madera hasta llegar al suelo. En sus manos un lápiz, y sobre la barra, manchado en una de sus esquinas, un folio. Solo ha escrito una palabra en la parte superior “bolero”. Y suenan boleros sin cesar desde hace unas horas saliendo de la garganta de un viejo agarrado a un micrófono para no desfallecer.  No hay pendencieros en las mesas, ni putas con sus trajes de colores. No hay parejas de amantes que llenan sus labios de alcohol y besos. Tan solo un perro al lado de la puerta del bar, la luna tumbada sobre la estantería entre las botellas de ron, el viejo sin final agarrado al micrófono, y él. Enciende un cigarro y tose, siempre tose. El humo se queda a la altura de sus ojos, sin subir, sin buscar una puerta de salida, porque no la hay. Por entre el humo le llega la luz que entra de la calle al abrirse la puerta. Una mujer rubia, grande, rubia, entra y se sienta al principio de la barra. La mira, lleva el lápiz a la altura del folio y duda. No, no hay nada que escribir. Vuelve a mirarla por si sus labios son rojos, no lo son. Por si sus pechos…no lo son. Ella pide una copa y llora. Él no siente nada, sigue con la hoja en blanco y aquella palabra que ya ha repasado varias veces “bolero”. Cuando parece que ya todos forman parte de un cuadro que está terminado a falta de la firma, vuelve a abrirse la puerta y entra el fracaso con un traje blanco y bastón. Se para, mira a la rubia y sigue hasta ponerse al lado de él. Pide una bebida americana y mira alrededor. El viejo comienza con voz rasposa un bolero llamado “Dos almas”, y los suspiros atronan en aquel silencio. La rubia se seca las lágrimas con la manga de su camisa y toma un trago de su copa. El joven aprieta con fuerza el lápiz mientras piensa que nunca será capaz de escribir aquel bolero. Y el hombre mira con descaro a la rubia y le dice al joven sin mirarlo “¿crees que la rubia querrá bailar este tango conmigo?”. La luna tiró un par de botellas al suelo, el viejo se atragantó al llegar a la palabra “camino” en el bolero. La rubia dejó de llorar de golpe. Cuando llegó la policía la rubia tenía los labios rojos, el viejo entonaba, junto con una negra, que nadie sabe de dónde salió, el bolero “Silencio”, y un joven que estaba apoyado en el final de la barra firmaba en una hoja donde había escrito un bolero mientras sonreía.

Sueño

Sueño