"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

domingo, 23 de septiembre de 2012

Historia de una farola.

 La costumbre, las buenas maneras y la decencia, inventaron el día, los altares, los trajes blancos y el arroz. El deseo, ese impertinente obsceno, invento las sombras, las farolas que ya fallan y apenas alumbran, los callejones. Y nosotros, que siempre tuvimos un miedo nunca muy bien definido, decidimos que el día no era un mal sitio para vivir, pese a que en los altares se sacrificaran vidas, pese a que ya esté pasado de moda el traje blanco y nos apriete un poco en las costuras, y el arroz se nos pase casi siempre. Pero el deseo no solo es impertinente, es constante, aunque a menudo torpe, y nos susurra en la siguiente esquina, siempre en la siguiente esquina, no importa donde estés. Y es lo que tiene el miedo, que nos convirtió en moldeables, en fáciles de convencer. Así es que por el día, cuando más calienta el sol y el reflejo de los trajes blancos es una estupidez que daña nuestros ojos, las calles son un buen lugar para pasear regalando sonrisas de buenas maneras. Pero las sombras, nuestras sombras, ya se guiñan el ojo, se citan para luego, sonríen a nuestras espaldas. Y llega la noche, los callejones se llenan de silencio solo roto por algún beso, las farolas bajan todavía más la luz entornando sus ojos, y el deseo se pasea desnudo por todas y cada una de las calles sonriendo.

Sueño

Sueño