"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

martes, 15 de mayo de 2012

A veces es difícil el pacto con los años (prosa poética)


 A veces es difícil el pacto con los años. Cuando menos lo esperas, en un otoño cálido, se presenta, desnuda, la `primavera en casa. Y alargando la mano te ofrece una amapola. Tú le hablas del invierno, del frío que ya sientes subiendo por tus piernas. Le enseñas las heridas que ha dejado el viento, en tus ojos, tus manos, en tu pelo que vuela sobre reflejos blancos. Pero ella te sonríe, y abona los recuerdos que ya secó el verano. Florecen, milagro en tierra atea, florecen como nunca. Tú le enseñas las ramas, ya secas del deseo. Le hablas del engaño que tejen los colores, las formas, las palabras, sobre un cuerpo vencido que solo espera el fuego. Pero ella, en su ignorancia, habla de su experiencia, mientras en sus piernas brotan tallos, en sus dedos mariposas, y en su boca caracolas donde sabes que tu sexo navegará sin norte.
A veces es difícil el pacto con los años. Cuando menos lo esperas desaparecen veinte del libro de las cuentas. No del hueso, ni el cansancio. No de las batallas que ya no recuerdas quién ganó. No de la cuenta que la muerte tiene colgada en la nevera con tu nombre. Se los lleva de golpe una mano en tu hombro, en una calle extraña. Se los bebe de golpe tu boca con cerveza y gotas de impaciencia. Y levantas la vista para mirar las nubes. Del norte, vienen del norte, y dolerán mis caderas cuando ya no sople el viento, pesará mi equipaje cuando ella se marche. Y en medio del silencio ella que ríe. Se le gastan los años en risas y miradas. Se le llenan de flores los ojos y las ansias.
A veces es difícil el pacto con los años. Cuando menos lo esperas, de golpe, es primavera.

miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Sabéis?

¿Sabéis?, era un hombre bueno, aunque a veces cometía alguna que otra pequeña maldad. Era sabio, pese a que se equivocó en más de una ocasión, no era infalible
.
Era un hombre al que la sonrisa le acompañaba veintitrés horas al día, queda claro que una hora su rostro parecía triste, o enfadado, o huraño. Era amable, siempre era amable. Puede que haya exagerado un poco, porque sus momentos de hosquedad claro que los tenía. Los menos, en meses podían contarse con los dedos de una mano, pero los tenía. Era un hombre que amaba a una mujer, sin elegirlo, ni sexo, ni edad, ni color del pelo, simplemente sucedió y amaba a una mujer; pero no era un hombre perfecto y mujeres hay tantas. No mentiremos diciendo que solo la amó a ella, no fue así. El camino es largo, las tentaciones, sin diablo, son tantas, que no pudo evitarlo a veces. Y amó a otras mujeres, y alguna de ellas también lo amó a él, cosas que pasan. Era un hombre joven, aunque algunas canas en su pelo se empeñaran en decir que no. Y algunas arrugas en sus ojos, de reír, ya sabéis. Y algún pequeño dolor en más de un hueso, normales de la vida, que no de la edad; pero era un hombre joven.

Además era humano, por lo que no le faltaba de nada. Contradicciones, falsas apariencias, defectos varios achacables a la moda, al tiempo, al espacio, a la vida. Y más de un tic tanto físico como mental. A fin de cuentas era un hombre y sin embargo…
Sin embargo cuando se le preguntó a la gente esta contestó: es un hombre que comete maldades, que se equivoca, que a menudo parece triste, enfadado, huraño. En ocasiones es hosco. Y por si fuera poco amó a varias mujeres y algunas de ellas a la vez. El viejo, el muy viejo.

Ya veis, cuestión de enfoque, porque a fin de cuentas solo era…un hombre, puede que un hombre bueno, puede.

sábado, 5 de mayo de 2012

Testamento

Testamento.

Es mi última voluntad que todo aquello de lo que he disfrutado en esta vida sea repartido de la siguiente forma:

1.- A los ricos, a los poderosos, a los que acumulan todas las riquezas de este mundo, les quiero dejar el cielo, con todas sus estrellas (según el último inventario), con el sol (que aunque sea una estrella más, es la mía). Les dejo el agua, toda, la que está en los ríos y en los mares, la que mana de todas y cada una de las fuentes, las nubes. Voluntad mía es que sean los dueños de la tierra. No importa si esta es yerma o la más fértil, si son miles de acres hasta el infinito o si se encuentra en pequeñas macetas en balcones. Toda la tierra es para ellos. A ellos también les corresponde la posibilidad de la risa, de la ternura, de la felicidad. Esta la podrán disfrutar en valles, como en el que yo he vivido, en montañas, en todas y cada una de las playas, en las ciudades (que ya casi todas son de ellos), y en cualquier rincón de este mundo, que también les cedo.
Para cualquier otra cosa, material o no, de la que he disfrutado en esta vida, queda escrito que mi voluntad es que también sea de ellos.

2.- A los demás, a vosotros, que tanto os parecéis a mí, solo os dejo dos cosas: la voluntad de cambiar lo anterior, y la capacidad de que así sea.

3.- Las demás cosas, la tristeza, el abandono, el sufrimiento, la pobreza, la ignorancia, y tantas otras, ya hubo un dios que las repartió sin mucho tino. También esas tendréis que arreglarlas con la voluntad y la capacidad.

El presente testamento fue firmado en Buñol, a 5 de mayo de 2012. Desde hoy, y hasta el día en que se deba hacer efectivo (léase “el día de mi muerte), intentaré, con mi torpe voluntad y mi poca capacidad, que no tenga sentido el punto uno.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Feliz cumpleaños

-         Cincuenta años ya, Juan, uno encima de otro.
-         Antonio se dice “uno detrás de otro”
-         No, Juan, no, encima, y bien encima, porque no imaginas como pesan. Cada año, enterrado en lo hondo del olvido, se convierte en plomo. Cada vez cuesta más arrastrarlos con un poco de dignidad.
-         Joder Antonio, ¿esta va a ser la celebración a la que me has invitado? Pues vaya funeral.
-         Qué más da funeral o fiesta. En los dos sitios hay muertos. Unos no lo saben todavía, los otros no lo sabrán nunca; pero muertos, como tú y yo. Como este vaso, como esa mujer de la esquina de la barra, como tú y yo.
-         Ahí te doy la razón, solo a dos muertos se les ocurriría celebrar el cumpleaños de uno de ellos. Brindo por eso. Pero el mío será una fiesta, con muertos, con música, con mujeres, con muchas mujeres, estén muertas o no, y contigo.
-         Bueno, de la mía tampoco te podrás quejar. Hay una mujer, muerta, en la esquina de la barra, le ha sonado la música del móvil, y estás tú, a que más.
-         Vaya, los cincuenta años de plomo no te han quitado ni una pizca de ironía. ¡¡¡Brindo por este muerto!!!. ¡¡¡Alcen sus vasos y de un trago!!!.

La mujer del fondo de la barra levanta la cabeza con somnolencia. Sus codos están rojos de tenerlos apoyados. Sus ojos están rojos. Se le cae el móvil al suelo. Y con voz temblorosa repite las palabras de Juan mientras levanta con torpeza su vaso y derrama más de la mitad sobre su pecho.

-         Yo lo recojo.

Y Antonio se va hacia ella con paso torpe. Cuando está justo frente a ella agacha la cabeza y la mete en el escote. Pasa su lengua lamiendo la cerveza que se derramó en aquellos pechos. La mujer espera, con el vaso medio vacío en la mano y la mirada puesta en algo en el suelo que se parece a su móvil. Cuando Antonio levanta la cabeza ella le hace un gesto señalando un lateral de su pecho. Hunde de nuevo su cabeza. Al fondo, en una mesa, un hombre no deja de tomar notas. Antonio se despide de la mujer con un beso en la mano y se encamina hacia aquel hombre. Al llegar apoya ambas manos en la mesa. El hombre no levanta la vista. Y Antonio, con voz de borracho, lee en voz alta el título del libro que hay sobre la mesa “Manual de la buena educación”. De repente rompe a reír, con una risa incontrolable. Juan, desde el otro extremo del bar, le acompaña mientras se sujeta a la barra para no caerse. La mujer apenas suelta unas risitas tapándose la mano con la boca.
Antonio vuelve justo a Juan.

-         ¿Lo ves?, la buena educación, eso es lo que mueve el mundo, la buena educación. Bueno, eso y un interés del veinte por cien.

Y de nuevo le da la risa. Esa que hace que tengas que agarrarte la tripa y da tos.

-         Mira, le dice Juan, yo, si no hubiese sido por mi buena educación, hoy sería… que te diría, ¿ministro? Si, por lo menos ministro, y no maestro de escuela, un pringado que no llega a fin de mes. Ministro de educación, desde luego. Pero fue decir “no, pasa tú primero”, y se me colaron más de mil.

Y más risa de la que llenaba el local recorriéndolo de parte a parte. Se subía al escote de la morena, saltaba sobre la mesa del erudito, se arrastraba por el suelo del bar. Y moría agarrada a un botellín de cerveza.

- ¡¡¡Que aparten ese ataúd de la puerta que sale la legión!!!, gritaron a la vez Juan y Antonio. Y salieron del bar marcando el paso. Llevándose la risa, los botellines de cerveza a mitad de beber, cincuenta y pico años de plomo que abandonarían en el primer contenedor de la basura, y una morena entre los dos, con los brazos de ellos rodeándole la cintura mientras la daban de vez en cuando un beso en el cuello. En el bar se quedó un silencio propio de un campo santo, un sepulturero vestido de blanco y un vacío de esos que solo dejan dos buenos maestros cuando dejan su oficio. Un móvil no dejaba de sonar.

Sueño

Sueño