"Yo te contaré cada día un cuento, y tu me regalarás tu mirada"

viernes, 30 de septiembre de 2011

Cuaderno de campo


Tiene siete esquinas, siete, que no son equidistantes entre sí y, sin embargo, forma una figura geométricamente perfecta. No importa desde donde la mires, no importa si te alejas mucho o poco de ella, la figura conserva siempre la misma forma, da el mismo matiz en los reflejos, presenta la misma curvatura en cada uno de sus lados. Lados que, por otra parte, son imposibles de abarcar con la mirada pero se dejan adivinar por su simétrica disposición en el espacio y el tiempo. El sonido, los sonidos, guardan una estrecha relación con extrañas partituras que ni las mejores orquestas serian capaz de interpretar sin convertirlas en estruendos “inescuchables” para cualquier oído. Pero la composición, la distribución, las cualidades de los materiales que la componen, hacen que suenen como hilvanados por las manos de un director de orquesta infinito. A veces son cientos, miles, millones, atrapados en cualquiera de los lados, atronando como la más cruel de las tormentas; pero suenan con una cadencia que hace difícil no seguirlos con los pasos, con la mirada, con la espera o la más desesperada de las huidas. Otras, las menos, al menos eso he apreciado en mis años de anotaciones, se instala el silencio. Suele ser en alguna de las esquinas, en un trozo pequeño, pero se hace casi insoportable. El director apenas mueve alguno de sus dedos con suavidad, con tanta suavidad que, de no tener el ojo experto que tienen algunos de sus exploradores, sería imposible apreciar el movimiento. El silencio se expande, no tanto dentro de ella, sino en el interior de quien la observa, e introduce sueños en su alma.
Los que viven dentro, todos, ninguna de las teorías más atrevidas ha sido capaz de demostrar que fuera exista algo más que el vacío, responden a normas no escritas. No importa de que condición son, en que lugar la habitan, cual es su edad o su raza, las normas varían en función de causalidades y casualidades que nada tienen que ver con la composición de la figura. A menudo, en los lugares más remotos y aislados, se encuentran los individuos más sociales. Otras veces, en medio de los sonidos más vibrantes, aquéllos que invitarían a recorrer una y otra vez los amplios espacios abiertos, se encuentran los individuos más aislados, los más taciturnos, los más solitarios. Los elementos químicos y físicos que componen la figura no presuponen las reacciones ni la formación que los individuos que la pueblan tendrán. No hay nada escrito, nada se ha podido escribir, que nos haga adivinar cual será la reacción ante determinadas circunstancias. Ni una ley física, ni una teoría médica, siquiera una arriesgada conclusión filosófica que ahonde en la esencia de los individuos y su relación con la figura, ha sido capaz de crear la más mínima ley a la que acogerse para entender el todo. Las partes son igual de incomprensibles.
En los últimos tiempos los lados parecen haber comenzado a curvarse. Las aristas ya no son siete, número al que le dimos la cualidad de mágico pero que nunca ha demostrado serlo. La composición de los elementos químicos de la figura han comenzado a cambiar también sin una causa determinada, aunque científicos de todos lados han lanzado las teorías más hilarantes. Los individuos sin embargo, o no parecen percibir dichos cambios, o simplemente lo atribuyen a la lógica, nunca demostrada, de la figura.
El más atrevido de los científicos ha elaborado una teoría donde descifra parte del misterio. Todavía está en esa fase de discusión que puede durar siglos. Ha llamado “la vida” a su teoría. Si la figura sigue cambiando la teoría dejará de tener sentido antes de poder ser aceptada por la mayoría.

sábado, 24 de septiembre de 2011

El dragón

El dragón le miró unos segundos a los ojos y le dijo que tenía unas manos bonitas. El siguió mirando al infinito, con la esperanza de que se perdieran allí sus sueños. Notó el calor del dragón en su espalda, pero no volvió la vista. No amanecía, no atardecía, el dragón y él se encontraban en el centro de una mañana. El sol escalando un cielo azul en busca de un cénit. Tampoco veían desde donde estaban los almendros, ni escuchaban el ruido del agua al bajar por el riachuelo, ni la brisa jugaba con sus pelos. Los de él casi empapados en sudor, los del dragón llenos de estrellas que nunca supo de donde venían pero que siempre estaban allí cuando él miraba. No sonó una canción de amor, no llegó un pájaro al alfeizar de la ventana y entonó su canto, no hubo una torpeza que sin querer juntase sus labios. No recitó un poema en el momento justo, ni el dragón llenó de pétalos el pecho de él justo en el momento en que un reflejo de arco iris rompía contra sus ojos. Él podría haber juntado unas cuantas palabras, las necesarias para hacer un poema, hubiese estado bien, y no lo hizo. El dragón podría haber abierto la boca lanzando un castillo de fuego que llenase aquel cielo de cemento de color, y no lo hizo. Sin un amanecer, sin un atardecer, sin almendros, sin agua cristalina, sin la brisa de otoño, sin una canción, sin un poema, sin las estrellas, y se miraron a los ojos sin comprender qué hacia el amor sentado entre las dos.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Mi segunda alma

Y un silencio, cuyos únicos límites eran la eternidad y el infinito, se instauró en mi mundo cubriéndolo todo. Atrapó cada sonido convirtiéndolos en fantasmas. Y fabricó espejos donde el frío era incapaz de devolver un reflejo y mucho menos un eco. Y bastó un susurro de ella. Y el silencio ya no era. Y una oscuridad, donde el negro siempre era un color demasiado parecido a la luz, se coló derramándose desde mis ojos e iniciando un camino que no tenía fin. Negro el horizonte, negro un pasado que hace tiempo dejó de trabajar en aras de un futuro, negra la sensación de ser hijo de aquella oscuridad, un hijo pródigo que sería capaz de mantenerla siempre en el alma. Y abrió los ojos, solo una vez, bastó que sus párpados rasgaran el aire para que la oscuridad se perdiera en un torrente de recuerdos que iba a morir en la memoria. Y una melancolía que nunca caminaba en soledad. Que trajo de su mano la pena, el hastío, el abandono. Que fabricó miles de caminos donde jugaba a dejarme abandonado cada mañana. En tiempos donde el silencio y la oscuridad eran sus aliados. Que volvía cada noche con la promesa de ser la última, y nunca era así. Que cubrió de lágrimas mis manos, mis pies, que llenó mi aliento de un sabor amargo cada vez que sus labios rozaban los míos. Y bastó su recuerdo, la esperanza de su vuelta. Y todos los caminos se juntaron en uno. Y todos los sueños se juntaron en uno. Y todas las lágrimas se convirtieron en un río. Y desde la orilla vi marchar en un barco de olvido a la melancolía. Y una soledad, solo una. Una que se equivocó de enemigo. Una que creyó que en mi alma quedaba sitio para ella sin comprender, sin saber que ya hace tiempo que compré otra alma el diablo porque ella ya llenó la mia.

viernes, 16 de septiembre de 2011

La recuerdo entre sombras

La recuerdo entre sombras,
Y cualquiera diría
Que se fue hace mil años.
Cuando aun esta mañana
Estaba entre mis brazos.
La recuerdo entre sombras
Porque el frío de enero
Se ha colado en mis labios
Sin su beso de alas,
Y un camino sembrado
Por las plumas de un ángel
Ha dejado mis pasos
Sin futuro ni alma.
La recuerdo entre sombras
Porque la luz la oculta,
Y la oculta el sonido,
Y no hay calles ni voces
Que se agarren a ella.
La recuerdo entre sombras,
Y en un rincón de albas,
El sol y yo, sentados,
Esperamos su luz,
Como espera el recuerdo
En la noche sus manos,
Como espera la vida
En su pecho su aliento,
La esperaba en la sombra.

...y ahora escucha esto.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Esa sensación


La volvió a besar, y sintió de nuevo esa sensación de que el beso llevaba un mensaje. Miró sus labios, no había nada escrito. Pensó que sólo eran imaginaciones suyas y de nuevo la beso. Si, estaba seguro de haber escuchado aquella voz. Le decía a cada beso "¿será este el último beso?", y volvía a nacer en él la necesidad de besar aquellos labios. No le era desconocida la voz. La había escuchado al tocar sus pechos, al sentir sus caderas, al pasar sus manos por la espalda de ella, al sentirse dentro de ella. Siempre una frase que comenzaba igual "¿será esta la última...?". Puede que fuese de allí de donde naciese la necesidad de un beso más, de una caricia más, de un gemido más. Las despedidas eran eternas y sin embargo a él siempre le parecían comprimidas en un único segundo. Un segundo donde la mayor parte del tiempo escuchaba aquella frase.
Hoy también se ha ido. También he estado buscando besos en su boca como si ese fuese el alimento que me mantendrá vivo hasta la siguiente vez. También la he deseado como hace mucho que no deseaba a una mujer. Pero hoy no he escuchado la voz. Hoy, entre uno de los últimos besos y el beso que servirá de puente hasta que vuelva a verla, otra voz, una que no venía de un lugar indefinido como suele venir, una que venía de algún sitio cercano al corazón, le ha dicho "este no será el último,  y aunque lo fuera, cualquiera de los besos, hasta el más pequeño, habrá valido la pena". Y él sabe que es así, que tener el milagro de aquellos labios esperando para un beso vale la pena. Que verlos venir en busca de un beso vale la pena. Que...hasta la ausencia vale la pena, porque la ausencia no trabaja para el olvido. La ausencia se sienta en su vieja silla, coge lo mejor de su intención y de la intención de ella y teje besos sin descanso. Este para la próxima vez, este para cuando lo mire con vergüenza, este...este me salió con demasiado aliento, este será para cuando el orgasmo llene de aire sus cuerpos y su deseo, este... este para un momento de silencio, cuando ambos se queden callados, mirándose, y sea preciso un beso que diga lo que ellos no dicen. Y este, que no tiene nada que envidiarle al mejor de los besos, este es solo para él, lo usará cuando escuche de los labios de ella que lo quiere, o que allí, junto a él, es donde quería estar.

martes, 13 de septiembre de 2011

El estornudo.


Reunidos todos en aquel foro. Una tarde más, una más. Muchas tardes. Unas con el ocaso subido a la espalda, otras simplemente sin cielo. Sus caras denotan su capacidad, su inteligencia, su retórica y su dialéctica. Los más afamados maestros junto con los más torpes. Los hombres más intuitivos pese a su incultura, codo a codo con los más doctos, pese a su poca capacidad de adivinar el futuro inmediato, aunque sea el de dentro de quince segundos. Siempre se respira un aire densamente plagado de ideas. Ideas que podrían venderse a peso en el más humilde de los mercados, y otras que podrían ocupar el más alto lugar en las cimas de los montes de la filosofía, si es que alguien alguna vez ha subido a esos montes. Y hablo Añ13.

Añ13.- Ha llegado el momento, tal vez no os lo parezca, pero ha llegado el momento. Todo, desde las normas más simples que han gobernado la cortesía, hasta las más profundas raíces de nuestra economía, todo se tambalea en nuestra sociedad. Ya no hacen falta grandes análisis, hasta el más torpe de nosotros, aunque apenas su inteligencia dé para balbucear sin sentido unas palabras, sería capaz de darse cuenta.

Todos asintieron con la cabeza. Se escucharon murmullos de aprobación. Desde el fondo 1312616SH se levantó sin prisa, tomo el centro del mundo y dijo:

13126116SH- Puede, solo puede, que sea cierto que el momento ha llegado; pero aun así, y dando por supuesto que esa afirmación aun deja muchas dudas en más de un rostro de los maestros que ahora escuchan mis palabras, no son suficientes, bajo mi humilde apreciación, siempre bajo ella, los documentos que se han escrito sobre el tema, ni los diferentes foros donde hemos analizado, a veces con mayor acierto, y a veces desde el más disparatado de los enfoques, son os suficientes todavía para tomar realmente la decisión.

Aplausos se mezclaron con abucheos. Unos lazaban soflamas de aceptación y hacían movimientos afirmativos con la cabeza de manera exageradamente ostentosa, otros gritaban fuera con una fuerza que ella sola habría bastado para sacar de allí al último de los intervinientes. Pero nada cambio. Luego llegó un silencio harto molesto. Unos se miraban las manos con disimulo, los otros aprovecharon para arreglar algún punto de su ropa, la raya del pantalón, las magas de las chaquetas. Cuando el silencio estaba a punto de pasar de la condición de molesto a altamente embarazoso, uno que estaba sentado en primera fila, a la izquierda de la mesa central, hizo un amago de levantarse. Apoyó sus manos en las rodillas, tomo impulso con sus riñones, y cuando apenas un soplo en su espalda lo habría levantado y su boca habría comenzado a justificar una de las posturas, nadie sería capaz de la postura a favor o la postura en contra, justo en ese momento, en el fondo de la derecha, alguien, no se sabe si con la mejor de las intenciones, o de manera involuntaria, estornudo. No hizo falta ninguna proclama, ni señal alguna, todos, como si aquellos cientos de manos solo fueran una, como si todas y cada una de las gargantas solo fuesen una, como si todas las intenciones, las que hace unos segundos estaban encontradas casi hasta lo irreconciliable, comenzaron a aplaudir, a gritar vítores que se expandieron por el aire hasta cientos de metros, y se escuchó un grito que todos hicieron suyo “por fin un movimiento”. Siguieron aplaudiendo y gritando, no había más que decir, un solo movimiento tenía más poder que cientos de discursos. El estornudo se perdió entre aquellos aplausos y volvieron a arreglarse la raya del pantalón y alguna que otra manga de chaqueta.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Si la muerte te lleva

Si la muerte te lleva,
Que prepare su casa,
Se ha de llevar mi vida,
Los cielos que mis ojos
Vieron tras de tu rostro,
Todas las estrellas
Que nacieron en tus noches,
Y todos los almendros
Que hiciste florecer.
Si la muerte te lleva,
Dile que se lleve el tiempo,
Tendrá que contar mis besos,
Y los pasos que resuenan
Cuando se lleve tus pasos.
Dile que prepare espacio
Donde quepan mis abrazos,
Y tarros para el sudor
Que derramé entre tus pechos.
Si la muerte te lleva
Que se lleve mis recuerdos,
A ella poco le cuesta
Y yo ya no soy tan fuerte.
Que no me deje un ayer
Ni me prometa un mañana,
Porque el ayer eres tú,
y las promesas, y el alba..

jueves, 1 de septiembre de 2011

Deja que te hable.


Deja que te hable al oído, cierra los ojos e imagina.
Si al escuchar mi voz piensas en un río, si sientes cada sonido como el murmullo de sus aguas, entonces…; pero escucha, no dejes de escuchar, porque puede que sientas en mi aliento como el más cálido de los vientos... entonces tu cabello se levantará poco a poco, apenas casi nada, imperceptible, como si la más pequeña de las manos de ese viento jugase con él y…; pero atenta, estate atenta, porque puede que sientas el roce de mis labios, y los sientas como si de golpe se deshojasen miles de amapolas en tu cuello, o como si cientos de plantas de algodón dejasen caer su fruto por tu espalda, entonces…; entonces no abras los ojos, no los abras nunca, porque sólo verás el diablo que siempre va conmigo.
Ese, ese es el calor que sientes, el calor que te acompaña hace tanto y nunca supiste de dónde venía. El calor que el más triste de mis ángeles nunca se atrevió a negarle al más dulce de mis diablos.

Sueño

Sueño